lunes, 20 de diciembre de 2010


Lo merecía, pero no quería aceptar el echo de que lo hiciera, así que metí mi mano en el bolsillo interno de mi chaqueta y saqué el dado que había encontrado el día anterior tirado junto a la caja con libros que está en el ático. Y le dije:
- Si saco un seis, lo puedes hacer.
Ella me miró raro, con una mirada que contenía intolerancia e incomprensión y, casi inmediatamente lanzó una corta risa, sarcástica y, después levantó las cejas en señal de acuerdo.
Así que tiré el dado.
Seis.
Y apenas el dado dejó de girar, un agudo pito golpeó fuerte mi oído izquierdo acompañado de una fuerte sensación de calor en la mejilla del mismo lado.
Lo merecía, me dije a mi mismo y, mientras abría los ojos tratando de enfocar la vista nublada por el golpe, el contenido de su vaso de soda encontraba su destino en mi rostro.
El lugar quedó en silencio, y sentía como las miradas me quemaban.

Si creyera en dios, le pediría que me lleve de vuelta a madtown.

lunes, 31 de marzo de 2008

Regreso I

Era como una nube, una gran nube negra que cubría por completo la plaza y aun más, se extendía por algunos callejones por los que más y más insectos volaban como si fuesen llamados a un gran festín. La nube era alta, tan alta como el edificio más grande del pueblo, lo que sería tres pisos, y negra, oscura, tan oscura que nublaba todo rayo de sol que intentase pasar a través de semejante enjambre de insectos, no me pude acercar mucho y, tampoco quería hacerlo, no sabía que hacer, si salir corriendo o quedarme para ver tremendo espectáculo, pero el pánico fue más fuerte, me aterroricé al imaginar que la nube podía adquirir un tamaño aun mayor, cubrir todo el pueblo y dejarlo completamente sumido en la oscuridad, así que corrí, corrí sin pensar donde mis trancos me llevaban, a la derecha y luego a la izquierda y a la derecha y a la izquierda una vez más hasta que llegué al palacio.

Para mi tranquilidad estaba justo en la puerta, la tomé de la mano y sin decirle palabra alguna la halé y salimos juntos corriendo. Ella parecía no entender nada, no sabía lo que pasaba, pero tampoco oponía resistencia.

Esta vez sería definitivo y dejaríamos el pueblo. Corrimos hasta donde había dejado el coche y nos detuvimos un momento, entonces ella mientras recobraba el aliento me preguntaba el porqué de tal carrera.

Le expliqué que había un enjambre gigantesco de insectos en la plaza, en su mayoría moscas y abejas que parecían pelear, que yo creía que era mejor huir del pueblo lo antes posible y hacer una vida nueva fuera de él.

Ella seguía insistiendo que no podíamos abandonar el pueblo, que nadie podía hacerlo, por mucho que lo intentáramos no lograríamos salir de ahí.

En ese momento tenía que decirlo, lo supe, más que tener, era una necesidad, mi cuerpo por voluntad propia necesitaba expulsarlo, “Te amo” le dije, y por primera vez esas palabras brotaban de mi boca, no, no de mi boca, brotaban de mi corazón, de lo profundo de mi corazón, tan profundo que a medida que cada sonido se articulaba en mis cuerdas vocales, mi cuerpo se estremecía, por cada letra pronunciada, un escalofrío y en cada palabra todos y cada uno de los poros de mi cuerpo se contraían y se me ponía la piel de gallina.

Ella bajó un poco la mirada, pensando, dudando, a los pocos segundos que para mi eran un año cada uno, me miro con los ojos brillando y me dijo que no lo sabía, no sabía si me amaba, pero que reconocía que la vida le había cambiado a mi lado, que tanto cariño como dicha la acompañaban cuando estaba conmigo, pero no sabía si era amor lo que por mi sentía.

Le pedí entonces que confiase en mí, que huyéramos del pueblo, que todo estaría bien si estábamos juntos, que podríamos hacerlo juntos. Ella confió en mi y subimos al vehículo, pisé el acelerador a fondo y fuimos directo a la salida a la carretera.


Extrañamente la radio no se encendió al arrancar el coche como normalmente lo hace, pero no pensamos tampoco en encenderla, el ambiente era tenso al interior del móvil ella miraba hacia abajo mientras yo tenía mi vista fija en el camino que nos llevaría a la carretera y desde ahí a cualquier parte lejos del pueblo, lejos de MAD TOWN.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Bianca y Mauro parte II

No podía creer lo que mis ojos veían, mi vista se ponía borrosa por el solo hecho de mirar lo incomprensible, no podía dar cabida a escenario como ese.

El impacto fue tal, que retrocedí en mis pasos y caí de espalda golpeándome contra un mueble junto a la puerta de la cocina.

Ellos se quedaron quietos cuando aparecí frente a ellos, estaban al parecer tomados de la mano, de eso podía estar seguro porque se distinguían claramente sus sombras, de lo demás nada, absolutamente nada, solo dos sombras, una de un niño de aproximadamente nueve años y una niña de unos siete, no lo sé, no podría decirlo con certeza.

No emitían sonido alguno, yo seguía ahí a medio sentar y tirado en el marco de la puerta, luego, lentamente, ella comenzó a acercarse más a él, hasta que lo abrazó por la cintura y apoyó su cabeza en su pecho. Yo me puse lentamente de pie y ellos seguían inmóviles en sus puestos.
Cuando ya estaba erguido en mis pies, comencé a oír susurros, muy bajos, casi inaudibles, mientras notaba que ella erguía su cabeza en dirección al niño y el niño la miraba hacia abajo devolviendo su gesto.

A él lo pude escuchar más claro, “tranquila Bianca, no pasa nada, todo está bien”. Aunque se escuchaba también como un murmullo, no más alto que un secreto contado al oído, podía escucharlo y entenderlo a la perfección.

¿Quienes son ustedes?, pregunté, mientras mis palabras vibraban y escapaban de mi boca con un sonido gutural y poco entendible. Entonces, él intentó acercarse pero la pequeña tomó su brazo y no pudo hacerlo.

- Nosotros vivimos aquí, ¿quién eres tu?

“¿Nosotros vivimos aquí?”. Esa frase hacía eco en mi cabeza causando escalofríos cada vez que el sonido golpeaba las paredes internas de mi cabeza.

- ¿Quién eres tu? y ¿Cuándo llegaste acá?

Yo no lo sabía, no lo recordaba, no tenía idea desde cuando estaba acá y eso fue lo que le dije.
El impacto del encuentro ya se había disipado, ahora estábamos haciéndonos preguntas y respondiendo el típico cuestionario de rigor social cuando dos personas se conocen.

Me contaron que tampoco recordaban desde cuando estaban en la casa, recordaban estar ahí desde que usan su memoria y, que extrañaban los abrazos de su madre que de un día para otro desapareció de su casa junto con su padre y todo tipo de visitas.

Después de una pequeña plática donde las palabras de ellos seguían sonando con volumen bajo, me terminaron contando que eran hermanos, me dijeron sus nombres completos y el de sus padres y, también me preguntaron cuanto tiempo estaría yo en su casa, yo les respondí que no lo sabía, que solo recordaba haber despertado ahí un día de fecha olvidada.

De improviso, ella corrió hacia mi rompiendo la brecha que había entre nosotros y me abrazó, raro me sentía pues, no podía ver nada abrazándome pero si podía sentir sus pequeños brazos alrededor de mi cuerpo, yo supuse que se había emocionado de ver a un adulto después de tanto tiempo solos y, me preguntó si podía decirme tío, ya que su crianza la obligaba a no llamarme por mi nombre.


Yo le dije, si Bianca, ahora yo seré tu tío.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Tuve un sueño!

No soñaba, hacía muchos meses que no lo hacía, y cuando lo hacía, solo tenía pesadillas, pero anoche, tuve un sueño.

Empezaba todo en negro, como era normal cuando dormía, absolutamente nada, luego, sentía movimiento, y el conjunto de cama se deslizaba, yo en un intento por ver lo que pasaba entre abría mis ojos y distinguía una blanca y delgada figura de pie a mi lado, acercándose y acercándose hasta respirar de mi aire para después acostarse a mi lado. Su cuerpo era tibio y tenía un aroma agradable y, me abrazaba con fuerza y me besaba el rostro. No logré distinguir su rostro ni como vestía, pero me hacia sentir cálido y seguro a pesar que temblaba levemente y, se quedó a dormir conmigo. Su cuerpo se amoldaba al mió mientras ambos hacíamos nada, nada más que yacer ahí y abrazarnos.

Luego soñé con campos verdes y hermosos días cálidos.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Pavimento con nubes!

Ayer me ha vuelto a hablar, pero, no le he contestado, no quiero hacerlo más, quiero enterrar su recuerdo en el fondo de mis pensamientos y que no salga, necesito seguir adelante pues, con ella abordándome, estoy estancado.

Tenía las sospechas y las pruebas también, pero no lo había confirmado, faltaba el solo acto que la inculpara y podría descargar todo lo que sentía en su rostro. Estaba enfurecido, la llamada para acudir a ese almuerzo juntos nunca tocó nuestro tema en mi movil, entonces, hice mi camino al punto donde me imaginaba la encontraría y ahí estaba él esperándola, mi sangre envenenada bullía causando dolor mientras fluía con fuerza saliendo por cada uno de mis poros, pero conservé la calma, podía talvez ser coincidencia y, todo esta película solo ser real en mi imaginación. Nunca pensé que podría hacerme tal cosa, traicionarme de esta manera.

Impaciente y ansioso, me devolví al puente peatonal por donde estaba obligada a pasar y casi llegando al otro extremo venía, apurada como siempre pues siempre llegaba atrasada a todas partes. Por suerte no me vio y rápidamente di media vuelta y volví donde él la esperaba, me escondí tras un vehículo y esperé sin esperanzas que siguiera de largo, pero no, fue directo hacia él y le saludó con un beso y tomó su mano. Las lágrimas corrían lenta pero incontrolablemente por mi rostro y comencé a caminar hacia ellos, no podía detenerme y no sabía que haría una vez los alcanzara. Ellos se disponían a cruzar la calle y los alcancé justo cuando empezaban a desplazarse hacia el otro lado y caminé a unos metros tras ellos. Para cuando ellos estaban en la mitad de la calle, un grito se me escapó, fue como un ladrido, fuerte y grabe y grité su nombre. Ambos se detuvieron y giraron en sus talones para ver mi rostro mojado y, ahí estábamos los tres, el eterno triangulo que jamás terminaría, que me envenenaba la sangre, que oscurecía mis sueños y mis días.

Suavemente, sin levantar más la voz y entre dientes le dije,
-Te odio.

Ella estaba atónita, creo que en su interior sabía que tarde o temprano los encontraría juntos otra vez, pero no quise sacarla de su trance mientras le dirigía horribles palabras que solo ella podía entender mientras escapaban entre mis labios.


…Un sonido fuerte, un auto arrastrándose y un golpe…


Luego, ella estaba en el suelo, yo la sostenía del cuello y ella me lloraba y me pedía perdón, que nunca quiso hacerme daño, que desde ahora en adelante solo sería para mi y que nunca más tendría ojos para otro hombre, el suelo era celeste, y hasta parecían dibujarse nubes en él, entonces ella me dijo que ahora podría vivir en nuestra casa, esa que estaba esperando por nosotros y a la que ella llegaría después.

No la pude perdonar y, ahora vivo en La Casa Maldita.