domingo, 2 de diciembre de 2007

Bianca y Mauro parte II

No podía creer lo que mis ojos veían, mi vista se ponía borrosa por el solo hecho de mirar lo incomprensible, no podía dar cabida a escenario como ese.

El impacto fue tal, que retrocedí en mis pasos y caí de espalda golpeándome contra un mueble junto a la puerta de la cocina.

Ellos se quedaron quietos cuando aparecí frente a ellos, estaban al parecer tomados de la mano, de eso podía estar seguro porque se distinguían claramente sus sombras, de lo demás nada, absolutamente nada, solo dos sombras, una de un niño de aproximadamente nueve años y una niña de unos siete, no lo sé, no podría decirlo con certeza.

No emitían sonido alguno, yo seguía ahí a medio sentar y tirado en el marco de la puerta, luego, lentamente, ella comenzó a acercarse más a él, hasta que lo abrazó por la cintura y apoyó su cabeza en su pecho. Yo me puse lentamente de pie y ellos seguían inmóviles en sus puestos.
Cuando ya estaba erguido en mis pies, comencé a oír susurros, muy bajos, casi inaudibles, mientras notaba que ella erguía su cabeza en dirección al niño y el niño la miraba hacia abajo devolviendo su gesto.

A él lo pude escuchar más claro, “tranquila Bianca, no pasa nada, todo está bien”. Aunque se escuchaba también como un murmullo, no más alto que un secreto contado al oído, podía escucharlo y entenderlo a la perfección.

¿Quienes son ustedes?, pregunté, mientras mis palabras vibraban y escapaban de mi boca con un sonido gutural y poco entendible. Entonces, él intentó acercarse pero la pequeña tomó su brazo y no pudo hacerlo.

- Nosotros vivimos aquí, ¿quién eres tu?

“¿Nosotros vivimos aquí?”. Esa frase hacía eco en mi cabeza causando escalofríos cada vez que el sonido golpeaba las paredes internas de mi cabeza.

- ¿Quién eres tu? y ¿Cuándo llegaste acá?

Yo no lo sabía, no lo recordaba, no tenía idea desde cuando estaba acá y eso fue lo que le dije.
El impacto del encuentro ya se había disipado, ahora estábamos haciéndonos preguntas y respondiendo el típico cuestionario de rigor social cuando dos personas se conocen.

Me contaron que tampoco recordaban desde cuando estaban en la casa, recordaban estar ahí desde que usan su memoria y, que extrañaban los abrazos de su madre que de un día para otro desapareció de su casa junto con su padre y todo tipo de visitas.

Después de una pequeña plática donde las palabras de ellos seguían sonando con volumen bajo, me terminaron contando que eran hermanos, me dijeron sus nombres completos y el de sus padres y, también me preguntaron cuanto tiempo estaría yo en su casa, yo les respondí que no lo sabía, que solo recordaba haber despertado ahí un día de fecha olvidada.

De improviso, ella corrió hacia mi rompiendo la brecha que había entre nosotros y me abrazó, raro me sentía pues, no podía ver nada abrazándome pero si podía sentir sus pequeños brazos alrededor de mi cuerpo, yo supuse que se había emocionado de ver a un adulto después de tanto tiempo solos y, me preguntó si podía decirme tío, ya que su crianza la obligaba a no llamarme por mi nombre.


Yo le dije, si Bianca, ahora yo seré tu tío.