lunes, 20 de diciembre de 2010


Lo merecía, pero no quería aceptar el echo de que lo hiciera, así que metí mi mano en el bolsillo interno de mi chaqueta y saqué el dado que había encontrado el día anterior tirado junto a la caja con libros que está en el ático. Y le dije:
- Si saco un seis, lo puedes hacer.
Ella me miró raro, con una mirada que contenía intolerancia e incomprensión y, casi inmediatamente lanzó una corta risa, sarcástica y, después levantó las cejas en señal de acuerdo.
Así que tiré el dado.
Seis.
Y apenas el dado dejó de girar, un agudo pito golpeó fuerte mi oído izquierdo acompañado de una fuerte sensación de calor en la mejilla del mismo lado.
Lo merecía, me dije a mi mismo y, mientras abría los ojos tratando de enfocar la vista nublada por el golpe, el contenido de su vaso de soda encontraba su destino en mi rostro.
El lugar quedó en silencio, y sentía como las miradas me quemaban.

Si creyera en dios, le pediría que me lleve de vuelta a madtown.